martes, 10 de febrero de 2009

Epidemia en Noruega

Ayer estuvimos en Noruega buscando a ver si estaba España por ahí.

Al final no la encontramos y pedimos un hostal, pero uno muy barato y sucio porque Ricardo insistió que lo que nos ahorrábamos en hostal lo podíamos gastar en unas luces muy chulas para las bicicletas. El tema es que nos fuimos a dormir y a las cuatro de la mañana Agustín empezó a quejarse y desde lejos se escuchaban los sollozos de Ricardo que estaba en la habitación de al lado. Yo la verdad es que pensé "pobres, estarán extrañando a la mamá" pero Ricardo tiene 29 años y Agustín como 33 por lo que me extrañó un poco. Decidí prender la luz para ver qué pasaba y vi una escena que nunca había visto en mi vida: Agustín se estaba rascando un testículo con excesiva violencia.

Le pregunté qué pasaba y gritaba "me pica!! me pica!!". Cogí el movil y llamé a la ambulancia pero no quisieron venir porque decían que un picor en las pelotas no es urgencia. Inmediatamente pensé en Ricardo y abrí la puerta de su habitación, y lo encontré rascándose un brazo contra la cara de un gordo, que más adelante nos dimos cuenta de que estaba muerto.

Llamamos al dueño del hostal ya que temimos una epidemia, pero yo permanecía inmune. Esperamos un tiempo a ver si se les pasaba pero Agustín ya estaba despesperado y pasó de rascarse las pelotas a golpeárselas porque se las quería matar, y en un momento pensó en ahorcárselas también. Lo cogimos entre el dueño del hostal y yo para que no se castre solo y ante la imposibilidad de rascarse empezó a dar mordiscos al aire. Ricardo en cambio tuvo una regreción y comenzó a chuparse el dedo gordo de la mano y a gemir con los ojos saltones.

En fin, pedimos ayuda a los vecinos. Uno nos dijo que Agustín tenía las pelotas poseídas y que lo de Ricardo era una cábala, o algo así. Yo seguía pensando que unos bichos raros de las camas les picó por lo que fuí a la farmacia y compré varias botellas de alcohol y las vertimos en una bañera, en la cual inmediatamente metí a Ricardo y a Agustín adentro y los lavé con jabón y empezaron a gritar.

Por suerte después de 20 minutos en remojo se curaron los dos, aunque Ricardo seguía susurrando la palabra belcebú. Si yo no me apuraba, todo podía terminar en una catástrofe con cadáveres.

Al otro día nos fuimos felices porque nos dimos cuenta de lo importante que es sentirse saludable. Nos enteramos después por carta que el gordo sin afeitar había muerto por decisión propia, pero desde hace unos cuantos días que lo tenía decidido y ya había hablado con el dueño del hostal por lo que no hubo problema.


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miércoles, 4 de febrero de 2009

Descontrol en Italia

Estuvimos en Italia porque Agustín le preguntó a un tío donde estaban los Apeninos para ubicarse geográficamente y como el tío era sordo nos envió a otro lado donde justo vendían pepinos. Pero de eso nos dimos cuenta después de que nos terminamos una de las tres cajas de pepinos que compramos.

El tema es que nos sobraban pepinos y había que hacer algo con esos pepinos. Pasamos por una huelga y preguntamos qué ocurría y nos dijeron que era por la crisis económica, por lo que Agustín cogió un pepino y se lo arrojó al sindicalista que estaba hablando. Ricardo cogió tres pepinos y con eso rompió la cristalera de una tienda que vendía zapatos y yo mojé un pepino en gasolina, le prendí fuego y lo tiré contra un bosque el cual se incendió y salieron disparados todos los animales.

Agustín y Ricardo hicieron un arco con un pedazo de madera y una cuerda de guitarra, y lanzaron pepinos a discreción. Uno de los pepinos dio contra un señor y cayó inconciente al suelo, otro pepino quedó clavado en los dedos de una estatua que estaba apuntando hacia arriba, y otro pepino, que fue el más polémico, le dió a un motociclista justo dentro del casco y lo tiró al suelo.

La cosa es que vino la policía y empezó a dar palazos y nosotros le tirabamos los pepinos. En una tiran un gas lacrimógeno, y yo tiro un pepino, chocan en el aire y explota todo. Entonces fue cuando a Ricardo se le ocurre conectar dos cables con corriente a un pepino para detonarlo y descubrimos que se podían armar bombas con los pepinos. A a los treinta minutos todo quedó devastado y con olor a quemado de los calambrazos que le dábamos a los pepinos para que revienten.

Después de la que montamos, nos hicimos máscaras con los pepinos para que no nos reconocieran, y nos fuimos pedaleando.


Pudimos cruzar la frontera y huir de la persecución, pero Ricardo no se pudo quitar el olor a polvora y pepino de las manos. Agustín olía a pepino, pero también olía a mierda.


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martes, 3 de febrero de 2009

Bosques de Holanda

Ayer tuvimos que enfrentar una situación de riesgo que nos hizo aprender una lección de la naturaleza.

Lo que pasó es que estabamos por Holanda con nuestras bicicletas, atravezando a toda velocidad un sendero por un bosque. El tema es que empezó a oscurecer y empezaron a aullar lobos raros y Ricardo en una oportunidad se desmaya porque le entra una mosca en cada agujero de la nariz y no puede respirar y se cae. Lo vamos a auxiliar pero estaba malherido por la hostia que se dio y tuvimos que acampar. No teníamos carpa, pero teníamos piezas de lego y nos hicimos una casita.

Bueno, el tema es que estabamos durmiendo en la penumbra y viene una vaca que no sé de donde salió. El tema es que la vaca nos quería derrumbar la casa porque se quería comer una pieza de lego fundamental. Agustín se enfadó y le empezó a gritar en la cara porque no le queríamos pegar, pero como la vaca no se quería ir me puse a gritar yo desde la casa. Ricardo desde su agonía nos dijo que le gritásemos juntos para que la intensidad sea mayor porque no es lo mismo que te hagan pinchacitos muy muy suaves a que juntes toda la fuerza de esos pinchazos y te claven una aguja. Entonces lo que hicimos fue pegar nuestras mejillas y gritarle a la vaca. Luego Ricardo vino y nos juntamos los tres con las cabezas unidas y le gritamos a la vez a la vaca con todas nuestras fuerzas y la vaca al final se fue.

Ricardo sin embargo perdió todas sus energías y cayó al suelo. Reparamos la casita y nos metimos ahí dentro. Al otro día nos despertamos todos y seguimos pedaleando, pero más adelante por el camino nos encontramos a la misma vaca mirando desde la lejanía mientras masticaba pasto, como pensando en algo. La lección fue que si le hubiesemos pegado a la vaca, seguro que ella hacía lo que se estaba proponiendo y nos daba por culo.


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lunes, 2 de febrero de 2009

Incendio en Suecia

Pasamos por Suecia y todo me trajo recuerdos.

No pudimos pedalear más porque nos dolían las piernas muchísimo, y lo que hicimos fue parar en un hostal que se llamaba "TOTO". Agustín fue a ducharse y Ricardo se acostó en la cama.

Cuando Agustín se terminó de duchar, entré yo y descubrí que la puerta de la ducha no cerraba bien (y eran públicas). Me tuve que enjabonar con una mano porque con la otra tenía que cerrar la puerta o sino las tías me veían en pelotas. En una me entra jabón en los ojos y me empieza arder, pero como no me podía lavar bien los ojos con una sola mano me desesperé y me puse a gritar.

Vino Agustín y me preguntó qué pasaba y le pedí que me sostenga la puerta para lavarme los ojos. El problema de Agustín es que él todavía estaba en pelotas. En eso viene Ricardo, y él estaba en pelotas también (aunque no sabíamos por qué ya que no iba a bañarse), y Agustín le pidió que le tapara las pelotas porque con una mano tenía que cerrar la puerta y con la otra mano se tenía que tapar el culo. Ricardo le tapó las pelotas y se tapó su culo pero ahora él necesitaba que alguien le tapase las pelotas con una mano por lo que empezó a gritar pidiendo ayuda casi llorando. En eso vienen dos portugueses, pero vienen en pelotas por lo que el segundo portugués quedó con los cojones al aire y llamó por el móvil para que alguien venga a tapárselos.

Total, que se armó una fila de gente desnuda tapándose las pelotas, a excepción de Olga que era una gorda rusa que aparte de taparle el coño había que taparle las tetas, pero al final se las tapó apoyándolas contra la caja registradora del supermercado de al lado.

Cuando terminé todos se marcharon quejándose, aunque me preguntaba por qué todo el mundo estaba desnudo, y al final Ricardo nos contó que el hostal se estaba prendiendo fuego y como los suecos no soportan el calor, se pusieron todos en pelotas. Los que no eran suecos y sí soportaban el calor se pusieron en pelotas igual por compasión.

Nos marchamos justo cuando el hostal se derrumbó en llamas, pero cuando pasamos por el supermercado vimos una pequeña fila de gente que todavía no se había dado cuenta de que ya se me había ido el jabón de los ojos, y seguían en pelotas.

En fin, los suecos son solidarios, lástima que siempre andan con el culo al aire ante cualquier incendio que se arme.

Cogimos nuestras bicicletas y nos dirigimos a Turquía. Agustín seguía en pelotas, pero al final se enredó un testículo con el freno, cayéndose estrepitósamente por un barranco lleno de serpientes.

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De vuelta a Berlín

Nos fuimos yendo para Alemania otra vez en bicicleta. Tuvimos que volver porque Ricardito se olvidó un juego de la esquis box en la casa de la novia. El soul calibum precisamente.

Estuvimos pedaleando como tres gilipollas por Alemania y Agustín se congeló las pelotas. Tuvimos que parar y ponerle un cataplasma y una bolsa de calor. Cuando las pelotas se le descongelaron, seguimos y al que se le congelaron las pelotas fue a Ricardo. Le pusimos una bolsa de calor pero sin cataplasma porque se nos acabó. Seguimos unos kilómetros más y al que se le congelaron las pelotas esta vez fue a mí. Nos detuvimos y como no teníamos bolsa de calor ni cataplasma, me entraron a dar hostias en las pelotas para romper la escarcha y me dejaron los cojones rojos como alarma de submarino.

Cuando llegamos a Berlín nos encontramos con Grettel quien nos acojió en la casa y nos dio leche con chocolate para el frío. Ricardo fue a cagar al baño y estuvo como tres horas. Le golpeamos la puerta pero no contestaba y nos preocupamos. "Ricardito, estás bien?". No se oía nada, ni un pedo forzado. Lo llamamos al móvil a ver si nos podía atender y al menos dar una señal de auxilio. Al minuto recibí un sms que decía "estoy cagando con pedos. ruido. Alejad a Grettel. me da verguenza". Le pedí entonces a Grettel que nos acompañase a comprar comida y se negó porque estaba preocupada por Ricardito. Pero al final la convencimos diciéndole que Ricardo cuando caga se muerde los labios y no puede hablar, y nos creyó.

Al volver nos encontramos a Ricardo rebosante de color. Eso sí, Grettel se empezó a quejar del olor a mierda. Siempre que vamos a la casa le creamos un problema con el baño. La última vez vino un amigo nuestro que es enano, y se puso a cagar en el baño de ella. El problema de los enanos es que cuando cagan los pies no les llegan al suelo, y se mueven mucho a la hora de limpiarse el culo, por lo que a Grettel se le desajustó el váter y tuvimos que reatornillarlo al piso porque cuando uno se sentaba se movía para todos lados.


Cogimos el soul caltibur y nos fuimos pedaleando de vuelta a España.


Grettel cabreadísima con los españoles.


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