miércoles, 4 de febrero de 2009

Descontrol en Italia

Estuvimos en Italia porque Agustín le preguntó a un tío donde estaban los Apeninos para ubicarse geográficamente y como el tío era sordo nos envió a otro lado donde justo vendían pepinos. Pero de eso nos dimos cuenta después de que nos terminamos una de las tres cajas de pepinos que compramos.

El tema es que nos sobraban pepinos y había que hacer algo con esos pepinos. Pasamos por una huelga y preguntamos qué ocurría y nos dijeron que era por la crisis económica, por lo que Agustín cogió un pepino y se lo arrojó al sindicalista que estaba hablando. Ricardo cogió tres pepinos y con eso rompió la cristalera de una tienda que vendía zapatos y yo mojé un pepino en gasolina, le prendí fuego y lo tiré contra un bosque el cual se incendió y salieron disparados todos los animales.

Agustín y Ricardo hicieron un arco con un pedazo de madera y una cuerda de guitarra, y lanzaron pepinos a discreción. Uno de los pepinos dio contra un señor y cayó inconciente al suelo, otro pepino quedó clavado en los dedos de una estatua que estaba apuntando hacia arriba, y otro pepino, que fue el más polémico, le dió a un motociclista justo dentro del casco y lo tiró al suelo.

La cosa es que vino la policía y empezó a dar palazos y nosotros le tirabamos los pepinos. En una tiran un gas lacrimógeno, y yo tiro un pepino, chocan en el aire y explota todo. Entonces fue cuando a Ricardo se le ocurre conectar dos cables con corriente a un pepino para detonarlo y descubrimos que se podían armar bombas con los pepinos. A a los treinta minutos todo quedó devastado y con olor a quemado de los calambrazos que le dábamos a los pepinos para que revienten.

Después de la que montamos, nos hicimos máscaras con los pepinos para que no nos reconocieran, y nos fuimos pedaleando.


Pudimos cruzar la frontera y huir de la persecución, pero Ricardo no se pudo quitar el olor a polvora y pepino de las manos. Agustín olía a pepino, pero también olía a mierda.


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